LECTURAS DE LA UNIDAD 1
LECTURAS DE LA UNIDAD 1
LECTURA: LA VIDA COTIDIANA EN GRAN BRETAÑA EN EL SIGLO XIX
VIDA COTIDIANA EN EL SIGLO XIX (GRAN
BRETAÑA)
CLASES SOCIALES
Clase
baja- campesinos, criados, obreros industriales, mineros, artesanos y
mendigos
Clase
media- médicos, abogados, periodistas, profesores, curas, oficiales del
ejército, funcionarios, campesinos acomodados y pequeños empresarios
Clase
alta- aristócratas, alto clero, banqueros, industriales, generales y
comerciantes ricos
AGRICULTURA
Durante el siglo XIX muchos agricultores emigraron a
la ciudad para buscar trabajo en las fábricas, hasta el punto de que en 1830
Inglaterra fue el primer país del mundo en el que había ya más gente viviendo
en ciudades que en el campo. Los campesinos emigraban porque durante el siglo
anterior se habían repartido las tierras comunales y los pequeños agricultores
se habían quedado sin los bosques y prados del pueblo, a los que podían ir a
recoger leña o a llevar a pastar el ganado. Además, los grandes propietarios
empezaron a vender la cosecha más barata (gracias a las mejoras que habían
introducido en la agricultura) y les fueron arruinando. Por eso muchos pequeños
campesinos tuvieron que vender sus tierras para pagar las deudas. Después
emigraron a la ciudad, donde buscaron trabajo en las fábricas, en las minas o
(si eran chicas) en el servicio doméstico, como criadas.
A partir de 1830 la
mayor parte de la tierra estaba en manos de grandes terratenientes, que cedían
parte de la tierra a campesinos para que la cultivaran (y a cambio le pagaban
un alquiler). Estos agricultores tenían su propia casa y podían ganar bastante
dinero como para vivir medianamente bien y comprarse cosas en la ciudad. Luego
estaban los jornaleros, que eran campesinos sin tierras a los que los
terratenientes contrataban para sembrar y recoger la cosecha. Los jornaleros
iban a las ferias agrícolas (donde los agricultores y ganaderos vendían sus
productos) a fin de buscar a alguien que los contratase para trabajar en el
campo. Otros no tenían casa fija, ya que se movían continuamente, buscando un
sitio donde ganarse la vida. Cuando llegaban a un lugar donde había trabajo,
dormían en una cabaña que les prestaba el dueño de la tierra y trabajaban allí
durante diez o quince días, hasta que se acababa el trabajo y se iban a otro
sitio. Trabajaban desde que amanecía hasta que anochecía y sólo descansaban el
domingo. Como los sueldos eran muy bajos tenía que trabajar toda la familia,
incluyendo mujeres y niños. A veces no tenían faena (sobre todo en invierno) y
pasaban hambre, ya que entonces no cobraban nada y tenían que vivir de los
ahorros, pedir limosna o buscarse otros trabajos (como trabajar en construir
una vía de tren o una carretera). A medida que pasaba el tiempo se iban
introduciendo mejoras en la agricultura y muchos jornaleros tuvieron que
emigrar a las ciudades, pues cada vez había menos trabajo en el campo.
Para sembrar el campo se utilizaba un arado tirado por
bueyes, que hacía unos surcos, donde se echaban las semillas para enterrarlas
después. De vez en cuando había que quitar las malas hierbas y abonar, lo que
se hacía a mano. También había que dedicar tiempo a buscar leña, ir a por agua,
dar de comer a los animales o a limpiar los establos. Tres meses después de la
siembra se podía recoger el cereal, lo que necesitaba mucha mano de obra y se
hacía con hoces. Después había que trillar, es decir, separar el grano de la
paja, lo que se hacía con una especie de rastrillo. Luego el grano se llevaba
al molino, para hacer harina (y ésta al horno para hacer pan), mientras que la
paja se utilizaba para dar de comer a los animales o para rellenar los
colchones. Lo que más se cultivaba era trigo (para hacer pan), cebada (para
cerveza y alimentar al ganado) y patatas. En una parte de la parcela se
cultivaba trébol o nabos, para que la tierra recuperara sus nutrientes y para
dar de comer al ganado.
Cuando llovía los jornaleros no trabajaban y tampoco
cobraban, por lo que varias semanas de lluvia podían hacer pasar hambre a
muchas familias. También podía haber heladas, inundaciones, sequías o plagas de
insectos que destruyeran la cosecha, algo que pasaba de vez en cuando. Entonces
los agricultores podían arruinarse y tenían que vender sus tierras (si tenían)
para emigrar a la ciudad.
Aunque en el campo se pasaba hambre cuando había malas
cosechas, ya no se moría mucha gente de hambre porque la agricultura británica
era la más moderna de Europa. Ya se usaba la sembradora mecánica, para poder
sembrar con menos mano de obra. Además, a partir de 1860 los grandes
propietarios empezaron a utilizar máquinas (algunas a vapor y otras tiradas por
caballos) para trillar o recoger los cereales. También empezaron a usar abonos
químicos en el campo, lo que permitió aumentar mucho la producción de
alimentos.
ALIMENTACIÓN
La gente de clase baja
comía sobre todo pan, patatas, sopa y legumbres (lentejas, garbanzos, alubias).
La comida solían hacerla las mujeres de la casa, normalmente calentando una
olla con leña. La carne era cara y se reservaba para ocasiones especiales.
Pescado sólo se comía en localidades costeras, porque enseguida se estropeaba.
Algo parecido sucedía con la leche, que sólo la tomaban los que tenían vacas u
ovejas. En cuanto a las frutas y verduras, en Inglaterra se cultivaban pocas
(sólo manzanas, peras, zanahorias, lechugas y coles) y esas eran las únicas que
se consumían. Para beber tomaban agua o cerveza. Como comían pocas proteínas y
pocas grasas, solían estar muy delgados y crecían poco. Y si se quedaban sin
trabajo podían pasar varios días comiendo sólo una vez al día. No obstante, a
partir de 1870 la mejora del transporte y la aparición de barcos frigoríficos
permitió que empezara a llegar carne y cereales baratos desde Estados Unidos y
Australia, lo que permitió bajar el precio de los alimentos y hacer que la
gente trabajadora empezara a comer más cosas y a estar mejor alimentada. Estas
mejoras hicieron bajar el precio del café, el té, el chocolate y el azúcar, que
antes eran caros, pero que ahora se pusieron al alcance de todo el mundo.
También por esa época empezaron a ponerse de moda las conservas, con lo que las
personas podían comer cosas que venían de lejos.
La gente de clase
media comía carne de vez en cuando, ya que ganaba más dinero. También comía más
pescado y queso, que en esa época era bastante caro. Normalmente tenían una
criada que era la que les hacía la comida (y se la servía). Todos los días
tomaban té con pastas a las cinco de la tarde, normalmente con amigos. También
les gustaba beber whisky y vino. Estas bebidas no se tomaban en las comidas, ya
que eran caras, sino cuando se recibía a algún amigo en casa. Si vivían en una
ciudad, a veces salían a comer a algún restaurante.
La clase alta comía
mucha carne (faisán, perdices, ternera, cerdo) y bastante vino, además de
marisco, queso y pasteles. Apenas comían pan, legumbres, patatas, frutas ni
verduras, ya que eso lo consideraban comida de pobres. Su dieta era muy mala y
por eso acababan engordando o tenían problemas de salud, a partir de los 60
años, por falta de vitaminas (en esa época aún no se sabía ni lo que eran las
vitaminas). Todos los días tomaban té a las cinco y a veces whisky o vino con
los amigos, al igual que la clase media. A veces salían a comer a algún
restaurante, si vivían en una ciudad. Tenían muchos criados que les hacían y
les servían la comida.
CIUDADES
En el siglo XIX
Londres era la ciudad más grande del mundo, con un millón de habitantes en 1800
y seis millones en 1900. Otras ciudades importantes eran Liverpool, Manchester,
Birmingham y Glasgow, que crecieron muchísimo en esos años gracias a la
industria, pues no paraban de llegar inmigrantes desde el campo para trabajar
en las fábricas, en el servicio doméstico, en el comercio o en la construcción.
Las ciudades tenían barrios de clase alta y media, con casas elegantes, muchas
tiendas, restaurantes, teatros y parques. Por esas calles se veían carruajes y
gente bien vestida. En 1807 pusieron las primeras farolas de gas y desde
entonces empezó a haber luz por la noche, con lo que surgieron locales de
copas, para hacer salidas nocturnas.
A principios de siglo
las ciudades estaban bastante sucias, incluso los barrios de clase acomodada,
ya que no había alcantarillado ni recogida de basuras, con lo que se tiraba
todo a la calle. Además, las calles eran de tierra y se llenaba todo de barro
cuando llovía. Pero esto cambió a partir de 1840, cuando se empezó a poner
alcantarillado, suministro de agua a las casas y adoquines en el suelo.
Entonces los barrios de gente con dinero empezaron a estar más limpios y
pudieron empezar a tener agua en casa (antes tenían que ir a comprarla o tenían
pozos en casa).
Estos avances no
llegaron a los barrios obreros hasta la década de 1870. Allí vivían los
trabajadores de las fábricas y la gente más pobre. Estos barrios estaban muy
sucios, ya que no tenían alcantarillado, ni adoquines en el suelo. Por eso a
menudo estaban llenos de barro, de ratas y olían mal las calles. También
estaban contaminados, pues estaban al lado de las fábricas, que no dejaban de
tirar humo. Lo que también contaminaba bastante eran las chimeneas de las
casas, que usaban carbón para calentarse. En estos barrios había pocas tiendas,
no había parques y no tenían luz en las calles por la noche. En cuanto al
suministro de agua, tenían que comprarla o ir a la fuente a por ella, lo que
les obligaba a hacer bastantes colas. Además, los barrios obreros eran peligrosos,
ya que, como había muchos pobres, la delincuencia era algo habitual. Había
muchos robos y asesinatos, por venganzas o porque se resistían a que les
robaran. También había mucha prostitución en esos barrios, pues muchas mujeres
no tenían dinero para vivir de otra forma. Muchos niños se dedicaban a pedir
por las calles o a robar a los que pasaban. Salir por la noche era muy
peligroso en esos barrios.
Por otra parte, en las
ciudades había frecuentes atascos. Había muchos carruajes (de gente rica o que
servían como taxis) y a veces no cabían todos en la calle. También había muchos
carros con mercancías y, a partir de 1860, tranvías tirados por caballos, que
ocupaban la vía pública. Además, los peatones no respetaban las aceras y
andaban por todas partes, dificultando el tránsito de los carruajes. Por eso
eran frecuentes los atropellos, cuando había menos tráfico y se circulaba a
toda velocidad.
COMERCIO
En esta época no había
supermercados ni grandes superficies. Todo eran mercados callejeros o tiendas
pequeñas, donde pedías lo que querías y el dependiente te lo daba. Si era
comida tenía que pesarlo y te lo llevabas tú en tu propia bolsa (no había
bolsas de plástico. Eran de tela). La ropa no estaba hecha, sino que te la
tenían que hacer a medida. Ibas al sastre, éste te tomaba las medidas y volvías
al cabo de una o dos semanas a recogerla. Como esto era caro, había mucha gente
que compraba las telas y se hacían ellos la ropa (normalmente las mujeres de la
casa). Otros iban a mercados y compraban allí ropa de segunda mano, que solía
estar sucia y a veces tenía pulgas o piojos. En las ciudades había bastantes
tiendas (sobre todo en los barrios ricos), pero en los pueblos la gente solía
ir a las ferias agrícolas (que se celebraban periódicamente en los pueblos más
grandes) a comprar animales, comida que ellos no cultivaban y herramientas para
el campo. También iban allí a vender sus productos o a buscar trabajo. Otras
veces comían cosas que cultivaban ellos o algún amigo o familiar. Las demás
cosas iban a las ciudades a comprarlas, porque en los pueblos había pocas
tiendas.
En las ciudades había
muchos vendedores callejeros, que vendían bebidas (café, limonada, sopa) y
comida (empanadas, patatas calientes, pescado frito, pasteles), ya que mucha
gente pobre no tenía cocina en casa o llegaban muy cansados del trabajo para
ponerse a cocinar. También había muchas mujeres que vendían flores y niños que
repartían los periódicos, gritando las noticias. Otros se dedicaban a limpiar
las botas de la gente a cambio de un poco de dinero.
DINERO
La moneda era la libra esterlina, que a mediados de
siglo equivalía a unos 250 euros actuales. La libra se dividía en 20 chelines
(un chelín = 12,5 euros actuales) y cada chelín en 12 peniques (un penique = 1
euro actual). Otra moneda era la guinea, que era de oro y que equivalía a 21
chelines. Hasta 1850 se pagaba casi siempre con monedas, pero a partir de esa
fecha los billetes se fueron haciendo cada vez más habituales.
La gente de clase baja guardaba sus ahorros en casa,
pero esto era peligroso, ya que les podían robar. Por eso escondían el dinero
debajo de una baldosa, detrás de un ladrillo, dentro de un colchón o en un
calcetín. La gente de clase media y alta tenía una parte del dinero en casa,
pero otra parte la tenían en un banco, donde había más seguridad. Eso sólo lo
podían hacer los que vivían en ciudades, ya que en los pueblos no había bancos.
Además, los bancos a veces quebraban y entonces los que tenían ahorros allí se
quedaban sin su dinero.
Los bancos sólo
prestaban dinero a la gente rica, al gobierno y a las empresas, por lo que
muchos tenían que vender las joyas de la familia cuando necesitaban dinero.
Otros recurrían a prestamistas, que te dejaban el dinero pero con un interés
muy alto. Y si no devolvías el dinero a tiempo se quedaban con tus tierras o
con tu casa.
EDUCACIÓN
En esta época la
mayoría de los niños iban a la escuela y en 1864 el 72 % de la población sabía
leer y escribir. Pero los hijos de familias pobres no iban o dejaban los
estudios enseguida (a los nueve o diez años) para ponerse a trabajar en las
fábricas o en el campo, ayudando a sus padres. Muchos colegios eran del
ayuntamiento, mientras que otros eran religiosos y el profesor era el cura del
pueblo, que daba algunas horas al día de clase. Los niños que vivían en casas
de campo a menudo tenían que andar una hora, a veces bajo la lluvia, para ir al
colegio más cercano. En las escuelas los profesores eran muy estrictos y
pegaban (con la mano o con una vara) a los que se portaban mal o no se sabían
la lección. A los niños más pequeños les enseñaban a leer y a escribir, las
matemáticas básicas y religión. A los mayores matemáticas, religión, geografía
e historia e historia natural (ciencias naturales). Para ello contaban con
mapas que colgaban de clase, así como con láminas de historia natural y de
historia sagrada. Los colegios eran pequeños y normalmente no tenían
biblioteca. Los niños y las niñas iban a colegios separados y sus profesores
eran siempre de su mismo sexo. A las niñas se les enseñaba sobre todo religión,
bordar y coser, para que pudieran ser buenas esposas y amas de casa. Se les
enseñaba a leer para que pudieran conocer la Biblia. Pero muchas
niñas de clase baja no iban a la escuela, ya que eran sus madres las que les
enseñaban en casa lo que necesitaban saber para ser buenas madres y esposas.
Además, las familias pobres necesitaban la ayuda de los hijos y se pensaba que
no era tan importante que una niña estudiara.
Los niños de clase
media y alta iban a colegios privados, donde sólo se relacionaban con gente de
su misma clase social (o parecida). La gente de clase media y alta estudiaba
durante más tiempo que los pobres y a menudo pasaban a secundaria. Allí
aprendían historia, geografía, matemáticas, ciencias naturales, latín, francés
y literatura. En esta época era muy importante saber francés, ya que era el
idioma que utilizaban para entenderse la gente de distintos países. En los
colegios más caros los niños iban con uniforme y se practicaban deportes, sobre
todo atletismo, fútbol y rugby. La disciplina era muy estricta y se castigaba
con azotes o con expulsiones (para siempre) a los que incumplían las normas.
Muchos de los que iban a estos centros estaban internos y dormían allí, sobre
todo en los colegios de élite. En estos casos veían poco a sus familias, ya que
sólo volvían a casa los fines de semana. Y si eran de pueblo sólo en
vacaciones, ya que el transporte era caro. Los colegios con más prestigio (y
más caros) eran los de Eton y Harrow (cerca de Londres), donde estudiaban los
hijos de los más ricos.
Los colegios caros e institutos de secundaria estaban
en las ciudades y tenían ya patio, muchas aulas y biblioteca. Estos colegios e
institutos eran sólo para los chicos, ya que las chicas no estudiaban más que
en primaria. Las madres de familias ricas contrataban profesores particulares
para sus hijos, para que aprendieran las cosas fundamentales para ser un
perfecto caballero o señorita. Las chicas podían recibir clases de piano, de
francés, de urbanidad, de baile y de equitación, mientras que los chicos de
familias ricas aprendían en sus casas baile, urbanidad, esgrima, francés y
equitación.
Muy poca gente iba a
la universidad. Los que lo hacían eran normalmente hijos de licenciados
universitarios o de gente con algo de dinero que daba mucha importancia a la
educación de sus hijos. La gente más rica iba a las universidades de Oxford y
Cambridge, que eran privadas y muy caras, pero daban una educación muy buena. Había
pocas carreras y eran sólo para hombres. Sólo se podía estudiar medicina (para
ser médico), derecho (para ser abogado, juez, fiscal o notario), filosofía y
letras (para ser profesor o funcionario), ciencias (para ser profesor o
funcionario) o teología (para ser cura). Posteriormente (hacia 1850) desapareció
teología y apareció la carrera de farmacia. Quien quería ser maestro no iba a
la universidad, sino que estudiaba durante un año en una escuela especial para
maestros. Lo mismo los que querían ser ingenieros, que después de estudiar
ciencias pasaban a una escuela politécnica. Estudiar en la universidad era caro
y no había becas, así que los estudiantes más pobres trabajaban para sus
compañeros lavándoles la ropa, limpiándoles la habitación (muchos estaban
internos) o llevándoles el equipaje, para poder pagarse los libros o la
matrícula. Las mujeres sólo podían estudiar para ser maestras o enfermeras y
únicamente si su padre pensaba que era importante que las mujeres estudiaran,
algo poco frecuente.
FAMILIA
En esta época los chicos y las chicas de clase baja
solían conocerse en fiestas populares, por ser vecinos o paseando por el pueblo
o la ciudad, normalmente los domingos. Entonces podían bailar juntos, charlar o
irse de excursión al campo con la pandilla, lo que aprovechaban para conocerse
mejor y quedar en más ocasiones. Normalmente no tenían relaciones sexuales
antes del matrimonio, ya que si una mujer aceptaba y luego su novio la
abandonaba, ya nadie se querría casar después con ella, pues ya no era virgen.
Si además se quedaba embarazada y el padre no quería casarse ella no podía
obligarle a hacerse cargo del niño. Además, una madre soltera era rechazada por
todos (incluso por su familia) y tenía que sacar adelante al hijo ella sola,
por lo que a menudo acababa abandonándolo en la puerta de un convento o de un
orfanato. Para evitar estas cosas, las personas se casaban bastante jóvenes, las
chicas entre los 18 y los 23 años y los chicos entre los 20 y los 25. Para
hacerlo el chico tenía que pedir la mano de la chica a los padres, que entonces
hablarían con él para conocerlo mejor (a él y a su familia). Otras veces
hablaban también con los padres del novio, aunque en los pueblos esto no hacía
falta porque todos se conocían. Si veían que eran gente honrada normalmente
daban el permiso y se celebraba la boda.
En las familias de
clase media y alta, las cosas eran algo distintas. En estos casos los chicos y
las chicas se conocían en fiestas privadas o porque los padres eran amigos y se
presentaban a los hijos. Siempre que quedaban estaban acompañados por más
personas (amigos, familiares), pues estaba muy mal visto que un chico y una
chica se quedaran a solas. Si querían besarse tenía que ser a escondidas (en un
descuido de los demás) y sólo podían tener relaciones sexuales después del
matrimonio. Muchas veces los padres solían acordar el matrimonio de los hijos y
no les dejaban que se casaran con otra persona. Casi siempre los emparejaban
con alguien de un nivel económico parecido, pues querían que la pareja de su
hijo o hija perteneciese a una buena familia, nunca a una más pobre que ellos.
Otras veces el chico y la chica se conocían antes, se enamoraban y era el chico
el que iba a ver al padre para pedir la mano de la chica. Entonces el padre se
interesaba por el nivel económico de su familia, ya que si eran más pobres que
ellos no le dejaba casarse con su hija. Normalmente el chico tenía más libertad
para elegir a la novia, pero si había mucha diferencia de nivel social, su
padre no le dejaba casarse. Antes de contraer matrimonio los novios podían
quedar algunas veces para conocerse mejor, pero normalmente les acompañaba un
familiar o criada para que no se besaran o tuvieran relaciones sexuales.
Al poco de casarse
llegaban los primeros niños. En esta época lo normal era tener cinco o seis
hijos por pareja, aunque alguno moría siempre de pequeño por enfermedades,
sobre todo en las familias más pobres. Los hijos nunca llamaban papá o mamá a
sus padres, sino padre o madre. Además, les hablaban de usted y les trataban
con mucho respeto, ya que en esta época era frecuente que los padres pegaran a
sus hijos. Les pegaban si se portaban mal, si hablaban con poco respeto o si
sacaban malas notas en el colegio. Normalmente los padres castigaban a los
niños y las madres a las niñas. Los padres hablaban de tú a sus hijos y les
llamaban por su nombre. En las familias ricas los niños eran cuidados por una
niñera y estaban poco tiempo con sus padres.
Por otra parte, había
gente que abandonaba a sus hijos recién nacidos, por ser madres solteras o por
ser tan pobres que no podían mantenerlos. Entonces eran recogidos en inclusas,
que eran centros de acogida para niños abandonados (expósitos). Allí compartían
habitación numerosos bebés y eran frecuentes las enfermedades. Por eso muchos
niños morían antes de cumplir un año. Cuando se hacían algo más mayores iban a
los orfanatos, algo que también les ocurría a muchos de los que se quedaban sin
padres, ya que muchas familias tenían tan pocos ingresos que no podían
permitirse mantener a familiares. Los niños permanecían en el orfanato hasta
que se hacían mayores o hasta que alguna familia los adoptaba, lo cual era poco
frecuente.
En casa el padre era
la máxima autoridad y después la madre. La esposa estaba obligada a obedecer al
esposo, pero podía dar órdenes a los hijos. En las familias más pobres eran
habituales los malos tratos a las esposas, sobre todo cuando el marido estaba
borracho o era alcohólico, algo bastante frecuente. Además, la gente
consideraba normal que un marido diera un bofetón o un puñetazo a su esposa, si
ella no le obedecía o le faltaba al respeto. El divorcio sólo se permitió a
partir de 1857, pero estaba muy mal visto y se pedía pocas veces. Sólo lo
hacían las personas de clase media y alta, ya que los pobres no podían
permitirse el lujo de vivir en casas separadas.
En las familias de
clase baja las mujeres también trabajaban fuera de casa. Si vivían en el campo
como campesinas y si estaban en la ciudad como criadas (en casas de familias
acomodadas) o en fábricas textiles. Una vez se casaban tenían que encargarse
también de las tareas de la casa, por lo que cambiaban de trabajo y se
dedicaban a vender en el mercado, a planchar y a coser para otros o a dar el
pecho a hijos de otras mujeres. Otras eran lavanderas (lavaban en el río ropa
de otras) o fabricaban en casa cepillos o cajas de cerillas por encargo,
cobrando muy poco por cada una, para ganar algo de dinero. Estos trabajos
estaban muy mal pagados y les obligaban a trabajar más de diez horas al día.
Además, se dedicaban a cuidar a los niños, a cocinar, a hacer la compra y a
lavar la ropa (a mano, en un río o en un fregadero), ayudadas por sus hijas.
Como estaban tan ocupadas no tenían mucho tiempo para limpiar la casa, por lo
que en las familias humildes estaban bastante sucias.
En las familias de
clase media las mujeres eran amas de casa y sólo se dedicaban a la familia, lo
que les dejaba algo más de tiempo libre. Además, contaban con la ayuda de una
criada que les ayudaba a cocinar y a limpiar la casa. En cuanto a las familias
ricas, en ellas la esposa tenía a su disposición a gran cantidad de criados:
mayordomo, cochero, jardinero, ama de llaves (jefa de criadas), cocinera y
numerosas doncellas. De esta manera, estas mujeres sólo se tenían que preocupar
de dar órdenes a la servidumbre, así como de elegir a los nuevos criados.
El adulterio estaba
prohibido y se castigaba con varios meses de cárcel, en el caso de la mujer. A
los hombres sólo se les castigaba con una multa y si mataban a su esposa infiel
y a su amante apenas se les castigaba. La mujer adúltera se libraba de la
cárcel si su pareja le perdonaba. Otras veces había duelos (a espada o a
pistola) por cuestiones de celos o por querer dos hombres a una misma mujer.
Pero estos duelos sólo los hacía la gente de clase media y alta. Aunque estaban
prohibidos, nunca se castigaba a nadie por ello. Si un niño nacía fuera del
matrimonio (y los padres no se casaban después), la madre y el niño eran
mirados con desprecio durante toda la vida, como una pecadora o como un fruto
del pecado. En cambio el padre podía seguir llevando una vida normal, sin que
nadie lo mirase mal por ello.
Si el padre de familia
moría la viuda se quedaba en una situación muy difícil, sobre todo si tenía
hijos pequeños o era de clase baja. Las mujeres cobraban la mitad que los
hombres, por lo que, aunque se pusieran a trabajar, no podían mantenerse a
ellas y a sus hijos y acababan mendigando o vendiendo sus propiedades para
poder sobrevivir. Por eso muchas intentaban casarse otra vez para tener a
alguien que las mantuviera a ellas y a sus hijos.
GUERRA
Los soldados solían
ser gente de clase baja, que se alistaban en el ejército para poder comer y
ganar algo de dinero. En esta época Gran Bretaña tenía un gran imperio y la
flota más poderosa del mundo, por lo que mucha gente humilde acababa
combatiendo en guerras en países lejanos de África y Asia. Otros servían en la
marina, donde las condiciones de vida eran muy duras. Las guerras más
importantes que tuvo Gran Bretaña en esta época fueron contra la Francia de Napoleón
(1803-1815), contra China (las guerras del opio, en 1839-1842 y 1858-1860),
contra Rusia (la guerra de Crimea, 1854-1856) y la revuelta de los cipayos (en la India , en 1857-1858).
También hubo guerras para conquistar la India (1798-1818), Afganistán (1842 y 1876),
Sudáfrica (contra cafres (1815) y zulúes (1878)) y Sudán (1898).
En el ejército la
disciplina era muy estricta, siendo frecuente los azotes con látigo por
cualquier falta, incluso por jugar a las cartas o llevar botones desabrochados.
Si uno intentaba escapar era fusilado por desertor, en época de guerra, o
metido en un calabozo durante un tiempo, en época de paz. Además, cuando había
guerra a menudo pasaban hambre, sed, frío o calor, ya que tenían que marchar y
dormir en tiendas de campaña aunque nevase, hiciese muchísimo calor, lloviese o
estuviese todo lleno de barro. Andaban durante muchas horas al día y se
levantaban muy pronto, además de no poder cambiarse de ropa ni lavarse durante
meses, por lo que muchos acababan con piojos o pulgas. Al cabo de unos años los
soldados eran licenciados y podían volver a sus casas o reengancharse, pero a
veces morían antes o quedaban mutilados por heridas de guerra. Otros morían por
enfermedades, sobre todo los que combatían en África o en Asia. Todos los
militares muertos o mutilados tenían derecho a una pequeña pensión del estado,
que llegaría a ellos o a sus viudas. Pero era muy poco y apenas daba para
vivir.
En el ejército también
había personas de clase media y alta, pero no eran soldados sino jefes y
oficiales. Estos solían ser hijos segundos de familias nobles, que al no
heredar el cargo se dedicaban a la carrera militar, enviando a sus hijos a las
academias militares para que hicieran carrera en el ejército. Ellos también
marchaban a países lejanos y a veces acababan como generales o gobernadores.
Hasta 1871 se podía comprar un puesto o un ascenso en el ejército, lo que hacía
que los altos mandos estuvieran siempre en manos de familias ricas, normalmente
nobles. Después de eso la cosa cambió poco, ya que a los oficiales y altos
mandos se les exigía colaborar con dinero a los bailes, fiestas y carreras de
caballos que organizaban sus compañeros, lo que no estaba al alcance de todos.
Por eso los oficiales que no eran ricos pedían el traslado a la India , donde los sueldos eran
mucho más altos y podían hacer frente a estos gastos.
INDUSTRIA Y TRABAJO
Durante las primeras
décadas del siglo las grandes industrias fueron arruinando a los pequeños
artesanos, ya que podían fabricar todo mucho más barato porque tenían máquinas.
Por eso en 1811 y 1812 algunos de ellos (llamados ludditas) se dedicaron a
destruir las máquinas, pero el gobierno mandó soldados a proteger las fábricas
y detuvo este movimiento. Entonces los artesanos tuvieron que irse a trabajar a
las fábricas, donde ganaban mucho menos dinero y trabajaban más, al igual que
muchos campesinos arruinados, que llegaban del campo buscando empleo en la
ciudad. En las fábricas textiles trabajaban muchas mujeres y niños, porque
cobraban menos y no hacía falta fuerza física. Pero en las demás industrias
predominaban los hombres, pues a menudo había que cargar pesos y mover cosas
pesadas.
En las fábricas había
muchas máquinas que eran movidas por una máquina de vapor, que funcionaba
quemando carbón. Por eso en las fábricas había siempre mucho ruido (por las
máquinas en funcionamiento) y bastante humo (por las chimeneas). Los accidentes
eran frecuentes y a veces los trabajadores quedaban inválidos o morían, por
alguna caída o corte con alguna máquina. Otras veces cogían enfermedades por
trabajar con productos químicos tóxicos, como el fósforo o por respirar vapor
de mercurio. Durante la primera mitad del siglo XIX la gente trabajaba doce
horas al día y sólo descansaban los domingos. Solían empezar a las seis de la
mañana, paraban un rato para comer y salían a las siete de la tarde. Como los
trabajadores eran gente pobre, normalmente vivían en casas de la empresa, que
estaban al lado de la fábrica y que el empresario les alquilaba. En la fábrica
había unas sirenas que avisaban cuando tocaba empezar o dejar de trabajar.
El trabajo en la
industria era muy cansado, porque apenas dejaban descansar. Los capataces (que
eran siempre hombres) recorrían la fábrica y gritaban a los que estaban
descansando o charlando, e incluso pegaban a los niños si hacían lo mismo. Si
uno hacía algo mal se le ponía una multa o se le despedía. Los sueldos eran muy
bajos, por lo que en las familias pobres trabajaban todos, ya que con el sueldo
del padre no bastaba para vivir. Si uno protestaba o intentaba organizar un
sindicato se le echaba del trabajo, pero aún así cada vez se fueron haciendo
más sindicatos, ya que la gente estaba harta. Entonces los obreros se reunían a
escondidas, para que no se enterara el empresario y ponían un poco de dinero
cada semana, para poder aguantar en caso de huelga. Así si el empresario no les
hacía caso le montaban una huelga y resistían hasta que cediera o se quedaran
sin ahorros. A menudo el empresario traía gente de fuera para trabajar, pero
entonces los huelguistas se ponían a la entrada de la fábrica y se enfrentaban
con los recién llegados. Si la huelga salía mal el empresario echaba a los
jefes de la huelga. Además, como las huelgas estuvieron prohibidas hasta 1871,
muchos líderes sindicales eran detenidos y enviados a prisión. Pero muchas
huelgas salían bien y los trabajadores cada vez trabajaban menos y cobraban
más. En 1860 lo normal ya era trabajar diez horas al día. Y en 1890 la mayoría
de la gente libraba ya los sábados por la tarde.
En esta época no había
vacaciones y si uno no trabajaba un día, porque estaba enfermo o había tenido
un accidente, no cobraba. Por ello una enfermedad prolongada o un accidente
grave del padre de la familia podía llevar a una familia a la pobreza. Tampoco
había subsidios de desempleo, ni se cobraba ninguna indemnización en caso de
despido. Por otra parte, los accidentes también eran frecuentes en las minas y
en la construcción. Muchos trabajadores morían o quedaban mutilados por un
desprendimiento del techo o explosión (en las minas) o por caer desde un
andamio (en la construcción). Muchos mineros cogían silicosis, una enfermedad
del pulmón por respirar polvo de carbón. Al final estaban tan mal que no podían
trabajar y entonces eran despedidos.
En el campo no había
casi fábricas, pero sí que se mantenían con fuerza algunos oficios
tradicionales. Los principales eran los herreros (que elaboraban herraduras,
herramientas para el campo y rejas) y los carpinteros (que fabricaban toneles,
muebles y puertas. También reparaban carros).
Las familias de clase
baja solían dejar a sus hijos muy pequeños (de menos de 5 años) al cuidado de
alguna vecina (pagándole un poco de dinero), de algún familiar o de alguna hija
más mayor, mientras iban a trabajar. Cuando crecían, lo normal era que los
hijos se dedicaran a lo mismo que el padre, quien les enseñaba su oficio en
cuanto llegaban a los 12 ó 14 años. Si la familia tenía una tienda o cualquier
otra empresa, eran los hijos varones los que ayudaban al padre y se quedaban
luego con el negocio. Las hijas, en cambio, iban orientadas al matrimonio. A
veces en las tiendas había dependientes, que cobraban muy poco y que dormían en
la trastienda (un cuarto detrás del mostrador).
En esta época había
muchos criados, casi todos mujeres jóvenes, que dejaban el trabajo en cuanto se
casaban y tenían hijos. Dormían en casa de sus señores y estaban disponibles
casi todo el tiempo. Las que más trabajaban eran las doncellas, que se
levantaban a las 6 de la mañana y trabajaban hasta las 10 de la noche, cuando
se acostaban exhaustas. Se les daba de comer allí y ganaban muy poco dinero.
Sólo podían descansar los domingos.
Las mujeres que eran
despedidas y no encontraban trabajo acababan ejerciendo la prostitución. Las
prostitutas podían ganar en un día lo mismo que una chica trabajando durante
siete días en una fábrica, pero tenían otros problemas. A menudo eran
maltratadas por sus clientes, se quedaban embarazadas a menudo y cogían
enfermedades de transmisión sexual. Si no morían por alguna de ellas y llegaban
a la vejez, iban ganando cada vez menos hasta que acababan en la miseria. Por
eso muchas chicas dejaban la prostitución en cuanto encontraban otro trabajo.
JUSTICIA
En esta época había
mucha delincuencia en las ciudades. Como no había ningún tipo de subsidio de
desempleo ni indemnización por despido, mucha gente sin trabajo acababa en la
miseria y terminaban robando por las calles, sobre todo de noche o aprovechando
la multitud. También había muchos que asaltaban casas y se llevaban lo que
podían, incluso ropa. Los ladrones eran tan pobres que robaban cualquier cosa
que encontraran y que pudieran llevarse consigo.
Hasta 1869 existió la prisión por deudas, lo que
afectaba sobre todo a la gente pobre, que pedía dinero prestado y luego no lo
podía devolver. En la cárcel se les obligaba a trabajar y sólo salían cuando
pagaban lo que debían. Por otra parte, se castigaba con mucha dureza cualquier
robo, aunque fuera pequeño. Uno podía pasarse varios años en la cárcel por
robar una manta o algo de comida para dar de comer a la familia, por ejemplo.
En las cárceles se amontonaban muchos presos, que vivían en malas condiciones y
que eran obligados a hacer trabajos duros (como construir carreteras). Las
epidemias y la suciedad eran frecuentes, así como la mala alimentación. A los asesinos
se los castigaba con la horca, algo que se hacía en una plaza de la ciudad y
que era presenciado siempre por muchos curiosos. A los violadores se los
mandaba a prisión, pero podían librarse si se casaban con la víctima (siempre
que fueran los dos de la misma clase social). En Inglaterra muchos casos, como
los de asesinato, los juzgaban jurados, es decir, gente elegida por sorteo, en
vez de un juez.
Muchos delincuentes y
líderes sindicales eran enviados a Australia, donde se les obligaba también a trabajar,
en un penal, hasta que acabaran su condena. El viaje en barco duraba un año
(cinco meses con barcos de vapor), por lo que luego ya no volvían y se quedaban
a vivir allí.
No obstante, en
Inglaterra la gente tenía unos derechos. La policía no podía entrar en tu casa
sin orden del juez. Si te detenían tenían que llevarte ante un juez antes de
tres días y decirte de qué se te acusaba. La tortura estaba prohibida y uno
tenía derecho a un abogado, aunque mucha gente no podía pagárselo. También
existía el derecho a recurrir (ir a otro juez) en caso de que no te gustara la
sentencia, pero para eso había que pagar a un abogado, por lo que sólo lo
podían hacer los que tuvieran dinero.
POLÍTICA
Sólo la gente de clase
media y alta se dedicaba a la política, ya que entonces los alcaldes y
diputados no cobraban nada. Por eso los que se dedicaban a eso tenían que tener
rentas u otros ingresos para poder pasar mucho tiempo sin trabajar. Los cargos
más altos los ocupaba gente rica, ya que tenían que gastarse mucho dinero en
hacer campaña electoral. Había incluso una parte del parlamento (la cámara de
los lores), que estaba reservada a la nobleza. Los principales partidos eran
los whigs (liberales) y los tories (conservadores), que eran los que siempre
gobernaban.
Además, las mujeres no podían votar y al principio
sólo los hombres de clase alta (los que pagaran en impuestos más de una
cantidad muy alta) podían hacerlo. Por eso hubo protestas y en 1832 se aprobó
una ley que rebajaba los requisitos económicos para poder votar, lo que
permitió tener derecho al voto a la mitad más rica de la clase media. Pero como
la mayoría de la gente seguía sin poder votar, en las ciudades se celebraron
manifestaciones y mítines políticos (en los años 40) para pedir el voto para todos
los hombres, pero fueron disueltos por la policía. Más tarde, en los años 60,
hubo más protestas y reuniones públicas, consiguiendo así que en 1868 se
permitiera votar a toda la clase media. Luego hubo más protestas y en 1885
pudieron votar ya los obreros cualificados, es decir, los menos pobres de la
clase baja.
RELIGIÓN
La religión
predominante era la anglicana, aunque también había metodistas y algunos
católicos. Los protestantes (anglicanos y metodistas) no se llevaban bien con
los católicos y sus curas muchas veces criticaban al Papa, al que acusaban de
todos los males. Además, hasta 1829 los católicos estaban discriminados, ya que
pagaban impuestos especiales y no podían votar ni tener cargos públicos. La
gente era muy religiosa en los pueblos, por lo que era habitual bendecir la
mesa antes de comer y acudir a misa todos los domingos. Las mujeres solían
serlo más y muchas de ellas leían la
Biblia , daban limosnas o asistían a la iglesia con
frecuencia. En las ciudades se iba menos a misa, sobre todo los hombres de
clase baja, que preferían ir a la taberna. En esta época se crearon grupos
religiosos que ayudaban a los pobres, como el Ejército de Salvación, que
organizaba comedores para necesitados o albergues para huérfanos. La sociedad
británica era más laica que en la mayoría de los países europeos y la religión
tenía poco peso en la política o en la educación. En la iglesia anglicana los
curas podían casarse y tener hijos.
SANIDAD
En esta época la gente
de clase baja moría sobre todo de tuberculosis,
pulmonía, tifus y cólera. El tifus lo transmitían los piojos y el cólera
se cogía por beber agua contaminada por bacterias, aunque también se
contagiaba. A veces había epidemias que mataban a miles de personas en las
ciudades. Los que tenían más dinero y podían huir se iban entonces a pueblos
cercanos para no contagiarse y las autoridades establecían un cordón sanitario,
para impedir el paso de infectados. Cuando la gente se ponía enferma seguía
trabajando (ya que si no, no cobraba) y sólo cuando estaban muy mal iban a un
hospital de la beneficencia o de alguna institución religiosa. Allí muchas
personas compartían la misma habitación y había pocos médicos y medicinas para
atenderlos. Las salas estaban sucias (las sábanas se lavaban poco) y estaban
llenas de ratas y pulgas, a veces con enfermos en el suelo, si no había camas
para todos. Por ello era fácil contagiarse de nuevas enfermedades en los
hospitales. Además, sólo existían en las ciudades, por la que la gente de los
pueblos no tenía asistencia sanitaria. La gente de clase baja vivía poco, sobre
todo los obreros de las ciudades, que respiraban mucho aire contaminado,
estaban mal alimentados y vivían en barrios muy sucios y con mucha gente, donde
era fácil contagiarse. Muchos niños morían por infecciones (sobre todo los de
menos de 5 años) y los que llegaban a adultos vivían una media de 40 años (en
las ciudades) ó 50 (en el campo). En las ciudades se vivía menos porque había
más suciedad, más contaminación y era más fácil contagiarse.
Las clases medias y
altas podían pagar un médico, que iba a su casa en caso de enfermedad. Pero aún
así había numerosas enfermedades que todavía no se sabía curar, por lo que
vivían menos que ahora. Muchos morían de tuberculosis (porque alguien se lo
contagiaba) o de pulmonía y los que iban a prostíbulos morían a veces de
sífilis (enfermedad de transmisión sexual). Otros fallecían de infartos y
apoplejías (infarto cerebral) porque comían demasiadas grasas. O de cáncer,
porque fumaban y bebían mucho alcohol, no tomaban casi frutas y verduras y en
esa época no se conocía esa enfermedad. De repente se ponían enfermos (a partir
de los 50 años) y después de una semana o dos en la cama, con fuertes dolores,
se morían, sin que los médicos supieran por qué. Por eso en las familias
acomodadas, si uno no moría de niño por alguna enfermedad, lo normal era vivir
unos 65 años. Muy pocos llegaban a los 75.
Muchas mujeres morían
en partos, porque había poca higiene y los niños nacían en casa, sin ningún
médico que ayudase a la madre (sólo comadronas). También había muchos niños que
morían poco después de nacer por lo mismo. Pero las mujeres llevaban una vida
más sana que los hombres, ya que no fumaban y no bebían alcohol. Por ello, si
no morían en un parto solían vivir algo más que los varones.
Si una persona tenía
una herida grave en la pierna o en el brazo lo más frecuente es que se le
amputara el miembro para que no muriera de la infección. Esto se hacía con unas
sierras, que cortaban la carne y el hueso, aunque provocando grandes dolores al
paciente. Al principio no había anestesia y se emborrachaba al paciente para
que se enterara menos. También se le ponía una mordaza en la boca para que
apretara los dientes y no se oyeran tanto sus gritos. A partir de 1850 empezó a
usarse el cloroformo como anestesia, pero al principio sólo los ricos podían
pagarlo.
Por otra parte, la
gente no se cepillaba los dientes, por lo que muchos se infectaban y dolían
mucho. Entonces tenían que quitárselos con unas tenazas y sin anestesia, algo
que era aún más doloroso, pero evitaba sufrir más dolores. Por eso a la mayoría
de los adultos les faltaba algún diente y a partir de los 50 les faltaban ya la
mayoría. La gente de clase alta se ponía dentaduras postizas, aunque se
soltaban con facilidad y no podían comer cosas muy duras. Los demás ancianos se
veían obligados a alimentarse a base de líquidos y de papillas, a partir de los
60 años, aunque eran pocos los que llegaban a esa edad.
En esa época ya se
vacunaba a los niños para que no cogieran la viruela, enfermedad que poco a
poco fue desapareciendo. Pero aparte de eso, los médicos sabían muy poco del
funcionamiento del cuerpo humano y no podían curar casi nada. Cuando uno estaba
muy enfermo le sacaban sangre con sanguijuelas (una sangría) lo que empeoraba
aún más su estado o le hacían una lavativa (le metían agua con una jeringuilla
por el culo, para limpiar los intestinos). Otras veces le decían que cambiase
de aires, para irse a un clima más fresco o más cálido. O que tomase las aguas
en un balneario. Pero eso no solía servir de mucho y sólo lo podían hacer los
más ricos.
TIEMPO LIBRE
Lo que se hacía en el tiempo libre dependía mucho del
sexo y de la clase social. Los hombres
de clase baja tenían poco tiempo libre porque estaban casi todo el tiempo
trabajando. Mientras estaban en el trabajo sólo tenían libre un rato para
comer, cuando podían aprovechar para charlar con los compañeros. También tenían
la última hora de la tarde (después de las siete) cuando aprovechaban para irse
a la taberna y tomarse unas cervezas o una ginebra con los amigos. Allí podían
jugar a las cartas o hablar sobre asuntos del trabajo. Había hombres que se
gastaban gran parte de su sueldo en bebida, mientras que su familia pasaba
hambre. Si eran jornaleros dormían en una cabaña con sus compañeros y
aprovechaban para charlar con ellos por las noches, después del trabajo. Los
domingos descansaban y podían ir a pasear con su mujer, quedar con los amigos o
divertirse en algunas fiestas populares (ferias, verbenas, etc), donde había
músicos y se bailaba. En las ferias había vendedores de comida, se hacían
concursos de fuerza, de tiro, se intentaba coger algo subiendo a un palo e
incluso a veces había tiovivos (al principio tirados por caballos y a finales
de siglo eléctricos). Otras veces iban andando al campo para comer allí y pasar
el día con la familia. A partir de 1850 se difundieron los locales nocturnos en
las ciudades y muchos obreros empezaron a ir allí a beber, a fumar y a ver a
las chicas que bailaban y cantaban allí. También les gustaban los combates de
boxeo, en los que los luchadores combatían a puño limpio y los espectadores
apostaban sobre quién iba a ganar. Los artesanos y obreros cualificados ganaban
un poco más y podían ir de vez en cuando al teatro, si vivían en una ciudad.
Las mujeres de clase baja tenían aún menos
tiempo libre, ya que cuando salían de trabajar tenían que encargarse de comprar
la comida y de las tareas de la casa. Además, los domingos también tenían algo
de faena, pues había que hacer la comida y
cuidar a los niños pequeños. No obstante, charlaban con otras mujeres en
las tiendas o en el mercado, donde podían encontrar a sus amigas. También
podían encontrarse con ellas en los ríos o fregaderos, cuando iban a lavar la
ropa. O en las fuentes, cuando iban a por agua. Y los domingos podían
permitirse descansar algo y charlar con sus amigas, a menudo de cotilleos de
otras personas del pueblo (o del barrio).
Los hombres de clase media compraban todos
los días el periódico y les gustaba leerlo en el sillón de su casa, mientras
fumaban o se tomaban un té o una bebida alcohólica. También iban a los cafés a
charlar con los amigos, habitualmente de política, o a jugar a las cartas. Si
vivían en una ciudad podían ir de vez en cuando a algún restaurante, al teatro
o a un museo. Entonces iban con su mujer y se ponían ropa elegante. En el
teatro silbaban, gritaban o incluso tiraban cosas a los actores si no les
gustaba el espectáculo. También podian ir a la ópera, al circo (cuando había) o
a las carreras de caballos o de excursión al campo, a pasar el día descansando
con la familia. Otras veces leían libros, normalmente novelas (Charles Dickens,
William Thakeray) o de historia. Los jóvenes leían libros de aventuras, como
los que escribían Walter Scott, Mary Shelley o Robert Stevenson, jugaban
partidos de críquet o salían a pasear con los amigos, para conocer chicas. A
partir de 1850, con la difusión del ferrocarril, se empezó a ir en verano de
vacaciones a la playa, normalmente en Brighton, en el sur de Inglaterra. Otras
veces iban al balneario de Bath, a tomar las aguas, si el médico se lo
recomendaba. A partir de 1870 se empezó a poner de moda el patinaje, el
ciclismo y el tenis.
Las mujeres de clase media tenían poco
tiempo libre, porque se dedicaban sobre todo a ser amas de casa. Pero de vez en
cuando charlaban con las vecinas o acompañaban a su marido al teatro, a un
restaurante o a otros espectáculos. Si iban a la playa se cambiaban en unas
casetas que luego eran empujadas hasta el mar para que nadie las viera meterse
en el agua. Las playas tenían zonas separadas para sexo y los bañistas se
bañaban con un bañador que cubría todo el cuerpo. De jóvenes leían libros
románticos (Jane Austen, hermanas Bronte) o religiosos. También leían
folletines, que eran historias de amor por entregas, que aparecían todos los
días en el periódico. A partir de 1875 empezó a haber revistas ilustradas de
moda, así como prospectos publicitarios para pedir cosas por catálogo. También
por esas fechas se puso de moda el patinaje, el ciclismo y el tenis.
Los hombres de clase alta ocupaban su
tiempo libre organizando o acudiendo a fiestas privadas, en las que bailaban y
cenaban. Allí aprovechaban para charlar con otras personas de la alta sociedad,
aumentando así sus amistades. También les gustaba ir de cacería, a la ópera, a
restaurantes caros, a las carreras de caballos o al teatro, así como ser
miembros de clubes sociales. A estos clubes sólo iban hombres de clase alta,
pues había que pagar cuotas muy altas para ser socio, por lo que se
relacionaban con gente como ellos, con los que conversaban, tomaban café,
whisky o jugaban a las cartas o al billar. Otras veces salían a pasear a
caballo, con algún amigo. También solían fumar, leer periódicos y libros, al
igual que la clase media. En verano podían irse de vacaciones, lo que hacían
acompañados por sus criados. Podían irse a la playa (en Brighton, sur de
Inglaterra), donde coincidían con otras familias de clase media y alta, o
visitar París, Viena o las ciudades italianas. También estaban de moda los
balnearios, donde solía ir gente con dinero a tomar las aguas, para curarse
alguna enfermedad. Los más importantes eran los de Bath (Inglaterra),
Baden-Baden (Alemania) y Karlsbad (Austria). Hasta 1850 se viajaba sobre todo
en diligencia y desde entonces fueron más habituales los viajes en tren.
Las mujeres de clase alta pasaban las
mañanas dando instrucciones a los criados. Cuando querían visitar a alguna
amiga mandaban a una criada para que pidiera cita y acudían luego a verla,
normalmente por la tarde. Entonces charlaban mientras tomaban té o chocolate
con pastas. Algunas eran aficionadas a leer, normalmente novelas de amor,
folletines o libros religiosos. También acompañaban a sus maridos a la ópera, a
restaurantes, al teatro o de viaje. Había mujeres de clase alta que hacían
obras de caridad, dando dinero a mendigos o a instituciones religiosas para que
ayudaran a los pobres.
Los niños de clase baja se pasaban el
tiempo libre en la calle con sus amigos, charlando, jugando, peleándose con otros
niños o haciendo travesuras (tirar piedras, romper cosas). Los de clase media y
alta estaban más tiempo en casa y jugaban con soldaditos de plomo, con
triciclos, con caballos de madera, con rompecabezas o con otros juguetes. Los
niños de familia rica tenían, a partir de 1850, trenes de juguete, con vías y
estaciones, que montaban en sus casas. Las niñas de clase baja pasaban su
tiempo libre charlando con sus amigas o saltando a la comba en la calle. Y las
otras, que salían menos a la calle, tenían muñecas u otros juguetes y jugaban
con familiares o con hijas de amigos de sus padres.
TRANSPORTE Y VIAJES
La gente trabajadora
de las ciudades apenas viajaba y lo normal era que pasaran toda su vida sin
salir de su ciudad. Los de los pueblos se movían más, ya que a veces iban a la
ciudad o pueblo grande más cercano para vender sus productos, buscar trabajo o
comprar cosas. Pocas veces se alejaban más de 50 km de su pueblo, salvo que
decidiesen emigrar a una ciudad o a América, buscando una vida mejor. Si se
movían por el país iban andando o en carro hasta 1850. A partir de esa fecha
podían también coger el tren, si iban lejos. Si se hacía de noche por el camino
dormían al aire libre, en medio del campo, o sobre la paja de una fonda, en el
establo, con más gente. Para ir al extranjero había que solicitar un pasaporte
y pagar unas tasas.
Las personas de clase
media podían viajar por asuntos de trabajo. En ese caso cogían la diligencia o,
a partir de 1850, el tren. Las diligencias eran como los autobuses ahora: se
cogían en las plazas o delante de una fonda y se podía subir si se pagaba un
billete. Si se llevaba equipaje se pagaba más y se ponía en el techo o en el
maletero. En una diligencia podían ir hasta diez personas (ocho dentro y dos al
lado del conductor, lo que salía más barato). Una diligencia iba a 10 km/ h y
hacía 100 km
al día, parando de vez en cuando para cambiar los caballos en las casas de
postas, ya que los animales necesitaban descansar. Al final del día, si no se
había llegado al destino, se paraba en una fonda, donde podías comer y dormir
en una habitación. Y al día siguiente continuaba el viaje. Algunas carreteras
eran de peaje.
Cuando empezó a haber
trenes las diligencias fueron usándose menos, pero como el tren no llegaba a
todas partes, aún se empleaban para algunos trayectos. Los trenes iban muy
despacio, entre otras cosas porque iban parando en muchos sitios. Contando las
paradas iban a 25 km/h
de media y en un día podían hacer 400 km . Si se hacía de noche durante el viaje,
la gente dormía en el tren. Los ricos comían en el restaurante del tren e iban
en coches-cama, para dormir durante el trayecto. Además, había vagones de
primera (los mejores), segunda o tercera (los peores), siendo más caros a
medida que mejoraban. Por eso, la gente rica que viajaba en tren nunca se
mezclaba con la pobre. Por otra parte, los trenes se estropeaban a menudo, por
lo que no era raro salir de una estación con una hora o más de retraso. En las
ciudades grandes había hoteles de lujo para la gente rica.
En cuanto a los
barcos, la mayoría eran de vela hasta 1850. Entre 1850 y 1885 eran de vapor,
pero tenían también velas por si fallaba el motor o se producía alguna
explosión de la caldera, algo que sucedía de vez en cuando. A partir de 1885
los barcos habían mejorado mucho y la mayoría ya eran sólo de vapor. Los de
vela eran mucho más lentos, ya que tardaban ocho semanas en cruzar el
Atlántico, mientras que los de vapor lo hacían en una semana. Hasta 1840 no
había apenas barcos de pasajeros y si uno quería viajar por mar (normalmente
para emigrar a América o a Australia) tenía que ir a un barco mercante y pagar
al capitán por un camarote. Si uno era pobre podía pagarse el viaje trabajando
en el barco, si necesitaban a gente. Cuando empezó a haber barcos de pasajeros
había diferentes camarotes. Los pobres iban en tercera clase (en habitaciones
compartidas con más familias, durmiendo en literas y sin ventanas), la clase
media en segunda clase (en camarotes con ventanas) y los ricos en primera
(habitaciones grandes y lujosas). Además, había salones y cubiertas distintas
para cada clase, para que no se mezclaran.
VIVIENDA
En los pueblos las
casas eran grandes y solían ser unifamiliares, con planta baja y uno o dos
pisos. La planta baja se dedicaba a establo y a guardar las herramientas para
trabajar en el campo. También podían guardar allí la cosecha. En el primer piso
era donde vivían. Allí tenían una mesa y varias sillas para comer y una
chimenea, despensa, vajilla, sarten y caldero, para cocinar. Si eran campesinos
pobres la casa era pequeña (50-80 m2) y dormían todos sobre paja, en la misma
habitación donde comían. Si eran campesinos medios la casa era más grande
(100-200 m2) y tenía varias habitaciones, con camas que tenían colchones de
lana o paja. No solían tener armarios, ya que la ropa se guardaba en un baúl.
Si eran campesinos acomodados tenían casas de tres pisos y el último lo usaban
como almacén. En esos casos podían tener patios interiores y habitaciones para
los criados.
Cuando los jóvenes se casaban se hacían su propia casa
(en terreno de la familia) o, más frecuentemente, se iban a vivir a casa de los
padres del novio. Por eso en las casas rurales era normal que viviera mucha
gente (una media de siete u ocho por vivienda). Algunos campesinos, los que
tenían más dinero, pagaban a albañiles para que les hicieran las casas. Otros
la hacían ellos, pero con la ayuda de albañiles.
En las ciudades la
mayoría de la gente vivía alquilada, pues no había préstamos para comprar
casas. La gente de clase media pagaba su alquiler cada trimestre y los de clase
baja cada semana. Si uno se retrasaba un poco se le echaba a la calle
enseguida, con todas sus cosas. Por eso, si en una familia de clase baja el
padre se quedaba sin trabajo y no encontraba otro rápido, enseguida se
encontraban viviendo en la calle y pidiendo limosna.
Los que vivían en la calle podían ser recogidos por la
policía, que los llevaba a casas de pobres, donde se les obligaba a trabajar a
cambio de comida y alojamiento. O se les alquilaba a empresarios que les hacían
trabajar muchas horas a cambio de mucho menos dinero que a la gente normal. En
esas casas de pobres se separaba a las familias por su sexo y no se podía
salir, a menos que uno demostrara tener un trabajo. Pero aún así en las
ciudades seguía habiendo muchos mendigos. Muchos eran niños abandonados, cuyos
padres habían muerto o que se habían escapado de un orfanato.
Como no había
ascensor, las casas no eran muy altas, normalmente de planta baja y uno o dos
pisos. En las ciudades los obreros vivían en casas pequeñas y en malas
condiciones, aunque no todas eran iguales. Los más afortunados podían contar
con una vivienda unifamiliar de dos plantas, aunque pequeña. Los que peor
estaban eran los que vivían en sótanos húmedos, mal ventilados y sin apenas
luz, teniendo que subir por una escalera para salir a la calle. Eso hacía que
cogieran a menudo enfermedades. Sus casas estaban sucias y tenían cucarachas.
Apenas tenían muebles y los más pobres dormían sobre paja, ya que no podían
pagarse camas. Normalmente dormían todos en una sola habitación y sólo los que
tenían más dinero podían permitirse casas con dos habitaciones.
La clase media vivía
mejor, en viviendas unifamiliares de dos plantas o en pisos relativamente
grandes, a poca altura (un primero o un segundo), para no tener que subir
muchas escaleras. Sus casas estaban bien iluminadas y tenían varias
habitaciones, una de las cuales (la más pequeña) era para la criada. Tenían
muchos muebles, así como alfombras, espejos, cortinas y jarrones para decorar
la casa. Era habitual pegar papel o tela de colores en las paredes para
decorarlas. A partir de 1860 empezó a ser habitual hacerse fotografías, para
enmarcarlas y tenerlas en casa. Para eso iban a un fotógrafo, ya que nadie
tenía cámara de fotos. Al principio las fotografías eran caras y por eso sólo
se las podían hacer las personas de clase media y alta.
Los ricos vivían en
grandes mansiones. Normalmente tenían una en el campo, con grandes jardines, y
otra en la ciudad, con un patio privado, donde guardaban el carruaje y los
caballos. Sus casas solían tener tres plantas. En la de planta baja estaban los
almacenes, las cocinas y los establos. En la primera planta vivía la familia y
en la segunda estaban las habitaciones de los criados. Las habitaciones de la
familia estaban lujosamente decoradas, con muebles caros y decoración
abundante. Los cuadros eran muy caros y sólo podían pagarlos los ricos. Por eso
en las casas de la clase alta había retratos de la familia o de sus
antepasados. También podían comprar cuadros de pintores famosos, normalmente de
paisajes, mitológicos o escenas de la vida cotidiana.
En el campo la gente
se calentaba quemando leña en las chimeneas. En las ciudades los más ricos
tenían chimeneas de leña, pero la mayoría de la gente usaba estufas de carbón,
pues era mucho más barato. Pero había que mancharse para subir el carbón y
ensuciarse de nuevo para vaciar las cenizas, por lo que eso lo hacían los
criados en las familias pudientes. Había deshollinadores, que trabajaban limpiando
las chimeneas de hollín (polvo de carbón) y acababan muy sucios y con
enfermedades pulmonares, por respirar ese polvo.
A principios de siglo
no había alcantarillado y la mayoría de la gente no tenía ni aseos. La clase
media y baja hacía sus necesidades en un orinal y, cuando se hacía de noche, lo
vaciaban en la calle. Los ricos tenían una habitación donde hacían de vientre
en una caja, que luego sus criados vaciaban. A partir de 1850 empezó a haber
alcantarillado en los barrios más elegantes y poco a poco fueron dejando de
hacer sus necesidades en orinales. En los barrios pobres eso tardó más y cuando
empezaron a tener aseos (a partir de 1870, aproximadamente) los compartían
entre varias casas. Por eso a menudo había que hacer cola para ir al retrete o lavarse
la cara.
A principios de siglo
no había suministro de agua en las casas. La gente tenía que comprar el agua a
un aguador o la sacaban de un pozo en el patio de su casa. En los pueblos
podían ir al río o a alguna fuente a llenar los cántaros de agua. Como no había
agua en las casas, la gente no se lavaba casi nunca y olía bastante mal, aunque
ellos estaban acostumbrados. Sólo los mineros se lavaban cada día llenando una
bañera de agua de alguna fuente, porque salían muy sucios del trabajo. A partir
de 1850 empezó a haber suministro de agua en las ciudades, ya que pusieron
tuberías que la llevaban hasta las casas o a fuentes públicas. Entonces ya
pudieron empezar a bañarse de vez en cuando, llenando bañeras y tomando el baño
junto a la chimenea. Pero sólo la clase alta y media tenía al principio agua
corriente en casa. Los más pobres tenían que ir a una fuente pública para
llenar los cántaros de agua.
En cuanto a la luz, a
principios de siglo la gente se iluminaba con velas o candelabros, lo que hacía
que las casas estuvieran bastante oscuras por la noche. A partir de 1830 se
usaban quinqués (lámparas de aceite de ballena) o lámparas de gas. Desde 1870
lámparas de queroseno, que iluminaban más, pero que a veces olían mal. A partir
de 1890 empezaron a poner bombillas eléctricas en las casas, que daban mucha
más luz que las anteriores. Pero sólo las tenía la gente de clase alta y media
que vivía en las ciudades.
En esa época no había
neveras, por lo que se hacía necesario hacer la compra cada día. Tampoco había
lavadoras, por lo que las mujeres lavaban la ropa a mano, en un fregadero en su
casa (en las ciudades) o en uno público o en el río (en el pueblo). Para
planchar había que calentar unas brasas y meterlas luego dentro de la plancha.
Entonces se planchaba hasta que se enfriaban las brasas.
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